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Artenara
El pueblo de las Casas Cueva
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El pueblo de las Casas Cueva
ARTENARA
Desde el Alto de Los Moriscos y La Piconera parte el Barranco Hondo hasta desaguar cerca del valle de Agaete (actualmente lo hace en la Presa de Los Pérez). Como el nombre indica se caracteriza por la profundidad y umbría de su cauce, factores que marcan la historia del paisaje vegetal y el mundo animal.
Posiblemente, Barranco Hondo fuera la última estancia -de cierta entidad- que ocupara la laurisilva hacia occidente antes de la bestial deforestación de la isla. Después de eso, durante siglos se desarrolló una intensa actividad agrícola y ganadera que impidió la más mínima regeneración de aquel bosque. Sin embargo, tras varias décadas de abandono progresivo de las labores agrarias, los pocos supervivientes a la tala indiscriminada comienzan a reconquistar el que fuera espacio del monteverde.
Un pequeño grupo de viñátigos, manchones de laureles y algunos parches de brezo son los testigos arbóreos que dan fe de un pasado en el que la selva debió ser la dueña del espacio. A pesar del ahínco con el que se transformó el paisaje, todavía hay pequeños reductos en el barranco con el poder de hacer imaginar la cubierta vegetal que aquí crecía, uno de ellos es el tramo conocido como Los Cabucos, pedacito de cauce encajonado y pacientemente esculpido por el agua donde se descuelgan exuberantes yedras y se levantan portentosos laureles y saos entre los que viven algunos de los helechos y musgos más exigentes de este ecosistema -en cuanto a suelo y humedad se refiere-, bicacareras, fistuleras y orquídeas de tres dedos, por nombrar algunas especies singulares y representativas.
En otros puntos, es posible encontrar pequeñas poblaciones de interesantes endemismos como el tajinaste azul, la malfurada de manantial o Dendriopoterium menendezii.
En cuanto a la fauna, son reseñables las poblaciones de canarios, pechuguitas y mirlos; la nidificación del vencejo unicolor y la continua presencia de gavilanes, cernícalos, aguilillas, búhos y lechuzas. Tambiés es digno de mencionar la existencia de una pequeña colonia de pardela cenicienta frente a la desembocadura.
Este espacio es conocido en especial por los yacimientos arqueológicos, caseríos trogloditas y el fascinante sistema de bocaos (bancales) que se desparrama por sus laderas. Sin embargo, son varios los rincones donde “esconderse” a la sombra de una umbrosa cubierta vegetal y embelezarse mientras se contempla la maravillosa relación entre plantas y animales únicos en el mundo.